Cartografía Antigua: Ciudades de América
Planos manuscritos de archivos españoles: Santa Marta (1793).
Santa Marta, Mauricio de Bolíbar, 1793. Museo Naval.
Santa Marta (1793)

«Plano del puerto de Santa Marta» .
Mauricio de Bolíbar.
Museo Naval (14-1)
(860 X 575 mm).

LA CIUDAD

La ciudad de Santa Marta es uno de los primeros asentamientos españoles en América del Sur y fue fundada por Rodrigo de Bastidas en 1525. Las primeras casas se construyeron cerca de una larga playa arenosa, situada en una amplia bahía en forma de semicírculo y protegida del mar a bierto por una lengua terrestre -la punta de Lipiz- un tanto escarpada.

El terreno llano y arenoso sobre el que se asienta la ciudad está protegido por una serie de colinas que forman una pequeña sierra, situada a poca distancia, enmarcando un paisaje que se cierra con un cerco montañoso.

Santa Marta siempre fue durante la época colonial una ciudad pequeña y de escasos recursos. Sus calles estrechas, rectas y arenosas constituían un entramado reticular sobre el que se construyeron algunas casas de mampostería y ladrillos. El geógrafo francés Elíseo Reclus la describe «situada en un paraíso terrestre, asentada a orillas de una playa que se despliega en forma de concha marina, agrupando sus casas blancas sobre el follaje de las palmeras y brillando al sol como un diamante engastado en una esmeralda».

Esta pequeña ciudad, que fue llamada «la Perla de la América», fue múltiples veces atacada, sitiada, saqueada, incendiada o destruida por toda suerte de piratas, corsarios y filibusteros ingleses, franceses y holandeses. Primero en 1543 por Roberto Baal, más tarde por el francés Pierre Braqués, luego por el cacique de los indios tupes Coropomeima y en 15 76 y en 1596 por el famoso Francis Drake. Ya en el XVII el filibustero holandés Adrian F. Pater es vencido por el marino español Oquendo después de haber dejado un rastro de sangre y fuego en la villa, acción que repiten en 1655 y 1672 nuevos corsarios.

Santa Marta, que nunca tuvo murallas, estuvo defendida por los fuertes de El Morro en una pequeña isla cercana a la costa, San Vicente en la punta de Lipiz, San Antonio dentro de la bahía y San Fernando en el extremo más meridional, todos ellos de pequeño tamaño y no muy firme construcción.

La plaza de Armas, próxima al borde de la playa, es cuadrada y de pequeño tamaño. En sus proximidades se situó la iglesia de San Francisco, que, junto con el convento de Santo Domingo, son los únicos edificios religiosos durante años, además de la iglesia parroquial, luego trasladada a la catedral, que se concluyó en 1794 y que está alejada de la plaza de Armas delante de un reducido espacio público que le sirve de atrio. Las manzanas, de proporción notablemente rectangular, se agrupan sobre la base de calles perpendiculares y paralelas a la costa, formando una retícula relativamente uniforme en sus dimensiones. A pesar de su pobreza, Santa Marta tuvo seminario, hospital y Aduana y fue cabeza de Obispado desde 1529 y más tarde desde 1577.

El gran impulsor de las mejoras urbanas fue el gobernador Asigarraga, que en 1789 desvió el cauce del río Manzanares, que producía numerosas inundaciones, y condujo el agua mediante un sistema de zanjas que abastecían a la población.

EL PLANO

El plano de Mauricio de Bolíbar de 1793 corresponde precisamente a la etapa de Asigarraga y en él pueden apreciarse no sólo las características urbanas, sino también las arquitectónicas de sus edificios más notables y las territoriales del medio fisico circundante. Un cuidadoso y detallado despiece de las manzanas en parcelas y edificaciones permiten comprobar la organización interna del entramado urbano y el grado de ocupación, del que se puede decir la escasa densidad y la forma de agrupación en hileras a lo largo de las calles orientadas este-oeste, con lo que parecen ser edificaciones auxiliares en el interior de cada manzana.

La presencia de elementos como la alameda en el límite occidental de la trama o el cementerio, claramente exterior al borde construido, permiten reconocer un cierto grado de desarrollo urbano. De igual manera, la contundencia del rectángulo que forma la ciudad contrasta con un territorio en parte roturado y en parte lleno de bosques.

El plano es todavía más completo porque añade otras informaciones suplementarias como la representación del terreno montañoso de la punta de Lipiz, la amplitud de la plataforma costera, la batimetría, la edificación a islada o el recorrido de ríos, arroyos, zanjas y canalizaciones.

Asombra la escasez de medios cromáticos empleada en el dibujo. El negro intenso de la edificación destaca sobre los tonos grises y verdes del conjunto.

Las cartelas de la leyenda y las viñetas con los dibujos de los castillos, el cuartel, la catedral y el puente se han situado de manera que permiten una lectura fácil del plano, sobre el que su autor se recrea en los detalles como la rosa que abraza a la P. del «plano» y los navíos con su arboladura en la bahía.

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