Cartografía Antigua: Ciudades de América
Planos manuscritos de archivos españoles: Quito (1734).
Quito, Dionisio Alcedo Herrera, 1734. Archivo General de Indias.
Quito (1734)

«Ciudad de Quito».
Dionisia Alcedo Herrera.
Archivo General de Indias
(lvf. y P. , Panamá, 134)
(830 X 570 mm.).

LA CIUDAD

Cuando Almagro y Benálcazar llegaron al sitio donde se asentaba la ciudad inca de Quito, el general de Atahualpa, Rumitrahui, había arrasado e incendiado la ciudad para evitar -dicen- que cayera en manos de los conquistadores blancos.

Allí mismo, en la falda oriental del volcán Pichincha, bañada por el río Machángara y a más de 2.800 metros de altitud, decidieron los españoles fundar una nueva ciudad, el 15 de agosto de 1534, a la que pusieron por nombre San Francisco.

En este lugar, relativamente accidentado, a travesado por barrancos y bastante estrecho y limitado, creció la que sería una de las más importantes capitales andinas.

Algo más de 200 vecinos se asentaron en los solares de la nueva traza urbana alrededor de la plaza mayor, en la que habrían de edificarse la Iglesia Mayor y la Casa del Cabildo.

En 1541 la nueva villa obtiene su título oficial de ciudad y se consolida como un importante centro de actividad comercial y social, estableciéndose a partir de 1563 una nueva Audiencia y promulgándose una serie de normativas urbanísticas que delimitan los ejidos, dispone el cerramiento y limpieza de solares, asigna parcelas, ordena construir acequias y canales, empedrar calles e inspeccionar las actividades comerciales.

La ciudad se organiza alrededor de tres puntos singulares: la plaza mayor, la de San Franósco y la de Santo Domingo. En su entorno se consolidan las manzanas y se edifican el mayor número de casas, ocupándose la parte más llana del terreno.

Cuarenta años más tarde de la fundación, el área habitada con una relativa densidad urbana alcanzaba las 30 hectáreas y el crecimiento se orienta en el sentido longitudinal del valle, hacia el camino de Pasto a l norte y Cuzco al sur.

En estas fechas Quito debía tener unos 1.500 habitantes, que llegan a multiplicarse por diez ciento cincuenta años más tarde.

En este largo período, del que apenas se conocen datos, la ciudad se convierte en un importante núcleo que alcanza las 100 hectáreas de superficie, con 50 manzanas totalmente construidas y unas 80 más en período de ocupación.

El trazado de las calles y la configuración relativamente regular del área central alrededor de la plaza mayor se ha ido deformando para acogerse a las singularidades del terreno y a los caminos previamente trazados. No puede decirse que Quito tenga una traza en «cuadrícula» con manzanas cuadradas y calles rectas y ortogonales, pero sí existe una decidida intención para llevar a cabo este modelo tan empleado por los españoles en América. Las calles se prolongan rectas a lo largo de diez o doce manzanas en ambos sentidos, y las cuadras, aunque irregulares, se conservan cuadrangulares en su mayor parte.

Aunque según Ulloa, Quito tenía en 1535 unos 35.000 habitantes, el censo efectuado en 1578 ascendía sólo a 28.450. Al comenzar el siglo XIX esta cifra ronda los 50.000.

Según los datos del plano de 1734, Quito contaba para entonces con 27 iglesias, conventos y ermitas, así como con los siguientes edificios públicos notables: Palacio Episcopal, hospital, cárcel, carnicería, Palacio de la Audiencia, Cabildo, un número considerable de casas de piedra y hasta un total de seis fuentes públicas.

Los grandes edificios religiosos ocupan extensiones importantes y fueron construidos durante los siglos XVI y XVIII: San Francisco, entre 1562 y 1573; La Merced, entre 1702 y 1720, y Santo Domingo, entre 1580 y 1598.

EL PLANO

Con el empleo de solo cuatro colores: rojizo, verde esmeralda, verde oliva y sepia, este plano de Quito ha llegado hasta nosotros con una enorme fuerza cromática, que refleja, a pesar de su aparente ingenuidad, una buena imagen de la capital del Ecuador.

Por el tipo de representación no parece un plano militar, constituyendo un intermedio entre una vista y una planta, ya que su dibujo pretende ser una perspectiva axonométrica de dos ejes ortogonales, que codifica a través del dibujo toda la ciudad y su entorno territorial con sus accidentes geográficos. Se trata de una representación poco técnica, con una topografía casi pictórica y un resultado próximo al estilo naif. Sin embargo, a través de un código para diferentes tipos de manzana - tejados corridos en unas y tejados superpuestos en otras- , se logra dar una imagen de la intensidad de ocupación de cada una.

La leyenda, enmarcada en un recuadro profusamente adornado, es tá acompañada de una escala gráfica en varas castellanas y rotulada con el mismo color sepia empleado para el dibujo de toda la edificación.

El papel constituido por dos hojas, pegadas hacia el centro, es verjurado, aunque no está visible la marca al agua, pudiendo apreciarse los dobleces del plegado.

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