Cartografía Antigua: Ciudades de América
Planos manuscritos de archivos españoles: México (1750).
México, Joseph de Villaseñor y Sánchez, 1750. Archivo General de Indias.
México (1750)

Joseph de Villaseñor y Sánchez.
Archivo General de Indias
(Jv!.y P. , México, 178)
(590 X 430 mm.).

LA CIUDAD

La capital azteca fue fundada en medio de la laguna de Tetzcoco el 18 de junio de 1327. Dos siglos más tarde, después de la batalla librada entre los aztecas y los conquistadores españoles, la ciudad quedó arrasada. Hernán Cortés decidió fundar una nueva ciudad que sirviera de cabecera al reino de Nueva España, sobre las ruinas de Tenochtitlán, y procedió a formalizar la traza formando un gran cuadrado que quedó dividido en manzanas rectangulares con calles que se cortaban en ángulo recto. La nueva fundación quedó formalmente establecida en 1521 y «se dio la orden para construir los edificios, llamándose a los indios, amigos y vencidos al intento, muriendo muchos en semejante labor, pero alzándose la ciudad como por encanto, renaciendo de sus cenizas a semejanza del ave fabulosa».

Después de repartidos los solares, las casas construidas fueron de una sola planta de gruesos muros y pequeñas ventanas, a modo de fortalezas, que le daban al conjunto un aspecto muy particular, al que había que añadir un paisaje urbano lleno de canales y grandes acequias, antaño surcados por canoas y bergantines.

Aunque la ciudad estaba rodeada por todas partes de agua, se unía al terreno firme circundante por una serie de calzadas. Poco a poco fueron ocupándose las porciones de terreno cercanas, rellenándose las acequias y desecándose a trozos la laguna a pesar de las inundaciones.

La plaza mayor de la nueva ciudad se situó desde el primer momento en el lugar que ocupaba el gran centro ceremonial azteca. En sus costados se construyeron las casas del Cabildo, la iglesia catedral y la que primero fue casa-palacio de Cortés y más tarde sede del virrey y de la Audiencia. Por el borde de la fachada meridional de la gran plaza mayor corría una acequia, que, a travesada por puentes, separaba a esta plaza de otra contigua, la del Volador, en la que se construyó la Universidad en 1550. La catedral se empezó a construir en 1573 según planos de Claudio Arciniega y sus obras se prolongan durante todo el siglo XVII y parte del XVIII , terminándose la cúpula en 1665 y las portadas en 1680.

Durante todo el siglo XVI y el XVII se alzan por todas partes iglesias, conventos, monasterios, palacios y edificaciones de todo tipo. La ciudad crece dentro de la traza inicial, primero ocupando el borde de los solares y luego creciendo en altura y en profundidad. Hacia 1637 se habla de una población de 20.000 familias de españoles y de 60.000 de indios, apreciación exagerada, ya que en 1689 el número total de habitantes no debía superar los 50.000. Las edificaciones de interés se multiplican: el Hospital de Jesús, con bóvedas sobre pechinas de Alonso Pérez de Castañeda; la cúpula de la iglesia de Santa Teresa de Francisco de Aguilar; los artesonados de alfarjes de los grandes palacios, la primera cúpula de tambor de San José de Gracia ... , utilizándose en muchos casos una piedra ligera y rojiza típica de México: el tezontle. Durante el siglo XVII I se realizan importantes mejoras urbanas en el empedrado de las calles, el alumbrado, la limpieza y en el arreglo de espacios urbanos de plazas, plazuelas y jardines. Es digno de señalar la formación del paseo de la Alameda, que en 1730 contaba con cuatro mil álamos y sauces y cinco fuentes.

Los primeros datos fidedignos de población datan de 1772, con un censo de 11 2.462 habi tantes. A principios del XIX se alcanzan los 137.000.

Al multiplicarse la actividad urbana, la administración de la unidad se hace más compleja. Los intentos de descentralización local tienen su repercusión gráfica en la división del entramado urbano en barrios, que recibieron el nombre de «cuarteles», con una clara referencia a una partición geométrica. Aunque la primera división en cuarteles data de 1713 y se hacen otras posteriores, la más efectiva y definitiva es aprobada por real cédula en tiempos del virrey Mayorga, en 1786. México es dividido en 8 cuarteles mayores y subdividido cada uno en otros 4 menores.

En el último tercio del XVI II el trazado geométrico inicial está ya densamente consolidado en su mayor parte. En sus bordes exteriores han ido naciendo un conjunto de barrios cuya organización básica ha estado escasamente controlada, en ellos se estableció desde el principio la población indígena y la de menores recursos económicos. Antes de comenzar el siglo XIX, México es una gran urbe cuyo tejido urbano se extiende sin solución de continuidad entre el primer recinto y los barrios periféricos.

EL PLANO

Juan Antonio de Villaseñor y Sánchez es uno de los primeros representantes de una generación criolla que se vuelca en el estudio de lo mexicano, colaborando a dotar a México de un profundo sentido de identidad nacional, todavía sólo en el plano cultural. Su vida transcurrió como un alto funcionario de la administración de la Real Hacienda dentro de una etapa de la historia del virreinato, de Nueva España en la que se producen importantes y profundas reformas administrativas y económicas. Autor de la primera geografía de México, el <<Theatro americano» ( 1748), en la que se refleja un verdadero balance de la realidad económica, demográfica y política del virreinato, Villaseñor es también un cartógrafo que realiza un importante mapa del virreinato, así como este plano de la ciudad de México que le va a servir de base para redactar el <<Suplemento al theatro americano», donde se describen 66 edificios de la capital virreinal sobre la base del testimonio personal del autor.

La intención del plano parece ser la de dividir la ciudad en cuarteles --cuatro-- para su mejor gobierno y control, quedando descritos en la leyenda y demarcados en la traza.

El papel, de formato relativamente pequeño, 43 X 59 cm., no es de gran calidad y muestra sólo la urdimbre sin que se aprecien uniones ni marca al agua. La tinta sepia se ha utilizado en cási todo el dibujo, cuya es tructura general -una trama ortogonal- de calles anchas y manzanas cuadradas ha sido previamente delineada con trazo de lápiz. Sólo dos colores acompañan a la tinta sepia: el amarillo en los detalles y en el territorio a ledaño al núcleo urbano y el rojizo empleado para los tejados.

El dibujo constituye un levantamiento axonométrico (poco riguroso) de dos ejes perpendiculares, uno de los cuales coincide con la dirección de la trama urbana, que curiosamente tiene su base en el sentido opuesto al que están rotuladas las cartelas. Su precisión geométrica es escasa, ya que, como es bien sabido, la estructura fundamental del trazado del México colonial es a base de manzanas rectangulares y no cuadradas como se representan aquí. A pesar de que el dibujo. El plano es impreciso en ocasiones, ingenuo en otras y poco científico en las más, este documento es una buena imagen del México de mitad del XVIII, donde todavia lo rural se mezcla con lo urbano sin solución de continuidad.

Efectivamente, el núcleo principal de la ciudad parece estar demarcado por los límites de los cuatro cuarteles: la acequia Real al norte, la calle de los Mesones al sur, la calle de Santa María y de San Juan al oeste, comprendiendo un rectángulo de siete por once cuadras. Más allá de este rectángulo, la fuerza de la trama parece perder consistencia y la organización urbana se difumina en un territorio extenso.

La descripción de elementos urbanos es considerable y pueden distinguirse acequias, calzadas, puentes, iglesias, conventos, hospitales, palacios, colegios, universidad y diferentes sitios y lugares. Y lo que es más importante, numerosísimos nombres de calles, callejones, plazas y plazuelas. En definitiva, una completísima toponimia urbana de un enorme valor histórico y urbanístico.

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