Cartografía Antigua: Ciudades de América
Planos manuscritos de archivos españoles: Lima (hacia 1750).
Lima, Anónimo, 1750. Biblioteca Nacional.
Lima (hacia 1750)

«Plano scenographico de la Ciudad de los Reyes o Lima».
Anónimo.
Biblioteca Nacional (MJV/3)
(760 X 520 mm.).

LA CIUDAD

Lima fue fundada el 18 de enero de 1535 por Francisco Pizarro bajo la denominación de Ciudad de los Reyes, y como señalan las ceremonias de las fundaciones, se repartieron los solares y poco más tarde se nombraron alcaldes y regidores.

El asentamiento se realizó en el valle de Rimac, a orillas del río de su mismo nombre y a sólo diez kilómetros de la costa del Pacífico, en un punto intermedio entre Trujillo y Cuzco. Un clima suave, con temperaturas que oscilan entre los 12 y 28 ºc a lo largo del año y una atmósfera siempre cargada de humedad, crea en Lima un ambiente muy característico.

Los primeros vecinos fueron, al parecer, 79 y al fin al del siglo no superaban los 100, según estimaciones de P. Cobo.

El proyecto, o traza inicial, estaba compuesto de 116 manzanas, formando un rectángulo de trece por nueve, en el que la plaza ocupaba un lugar descentrado próximo al borde del río. Cada manzana tenía 450 pies de lado y 40 las calles (aproximadamente, 125 y 11 m), ocupando todo ello una extensión de 214 hectáreas.

Este trazado fue afirmándose con el paso del tiempo en las manzanas que radialmente estaban más próximas a la plaza mayor. A mediados del siglo XVIII, terminada la muralla, Lima ha consolidado una superficie de unas 360 has y las manzanas, que conservan su forma cuadrada original, son casi 70.

La capital del Virreinato del Perú tuvo Audiencia Real y Obispado desde 1542, y Universidad, la de San Marcos, desde 1551. En 1599, siendo Virrey Luis de Velasco, Lima tenía 14.262 habitantes y el área urbanizada ocupaba una extensión de 314 hectáreas.

A principios del siglo XVII se termina el puente de piedra que atraviesa el Rimac y poco más tarde ya era recorrida por los limeños la Alameda de los Descalzos. El casco urbano se puebla de nuevas edificaciones y la ciudad se enriquece con los monasterios de Santa Catalina ( 1624) Descalzos (1629) y del Carmen (1627), inugurándose el Colegio de Santo Tomás en 1645 y la famosa pila de la Plaza Mayor en 1650.

La ciudad, abierta hacia el valle, se cierra con una muralla de piedra y adobe, por encargo del Duque de la Palata, en 1685, llegando a tener 34 baluartes repartidos en toda su extensión, según un proyecto de Luis Venegas Osorio.

A principios del siglo XVIII, el Censo del Conde de la Monclova arroja una población de 37.234 habitantes, y entre el borde consolidado de la trama urbana y la muralla se produce un crecimiento desordenado e irregular, ocupándose poco a poco los huertos y jardines, según refleja con cláridad el plano de la Biblioteca Nacional.

Pero el 28 de octubre de 1746, un terremoto de gran intensidad asola la ciudad y la costa. El Callao, puerto de Lima, desaparece, y en la ciudad mueren más de 10.000 personas, se destruyen 3.000 casas y se hunden, o quedan gravemente a fectados, muchos de los edificios más importantes.

Poco a poco la capital virreinal se recupera, y en 1755 se censan 54.000 habitantes. En el último tercio de siglo se acrecientan las mejoras urbanas: división de barrios, mejoras del alumbrado y agua, pavimentación de calles, Jardín Botánico ...

En 1791 los 52.000 habitantes se repartían así: 17.000 blancos, 3.000 indios, 9.000 negros y 23.000 «subrazas», según reza el censo de Gil de Taboada, y se distribuían en 355 calles y 3.941 casas.

Al final del siglo, el Virrey O'Higgins construye la carretera Lima-Callao, con tres pistas: una central, empedrada, para vehículos, y dos laterales, apisonadas, para peatones. Esta iniciativa supone el salto definitivo del límite de la muralla y una nueva etapa para Lima.

EL PLANO

El plano «scenographico de la Ciudad de los Reyes o Lima», medido en pies del Rhin, procede del legado de López Garalt, y a pesar de ser anónimo y no estar fechado podría haber sido realizado hacia 1748.

El documento, que constituye una excelente representación gráfica de la Lima de mediados del siglo XVIII, mantiene un excelente estado de conservación y puede apreciarse la marca al agua de su papel, a pesar del entelado a que ha sido sometido.

En cada una de las manzanas está representada la parte edificada, y en muchas de ellas puede apreciarse la división parcelaria. Destacan por su importancia gráfica y urbanística las manchas de arbolado correspondientes a los jardines y puertos periféricos, todos ellos dentro del recinto abaluartado. Este corta sin contemplaciones el barrio de indios de Santiago del Cercado, rompiendo su trazado, en donde, sin embargo, se conserva un curioso ejemplo de plaza cuadrada desviada respecto a los ejes del trazado.

El barrio extramuros, al otro lado del río, parece extenderse en un territorio poco a poco colonizado, mientras que «la ciudad» se agrupa en torno a la plaza mayor, ajena a la muralla, pero limitada por ella, dentro, la aparente frondosidad de árboles y terrenos roturados.

Allá, fuera de la muralla, sólo caminos y un conjunto desigual de elementos vegetales a islados en una gran superficie árida. Lima, amurallada, semeja ser una isla fértil en medio de la planicie costera al pie de los Andes.

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