Cartografía Antigua: Ciudades de América
Planos manuscritos de archivos españoles: Guatemala (1778).

Guatemala, Marcos Ibáñez, 1778. Archivo General de Indias.
Guatemala (1778)

«Plano de la nueva ciudad de Guatemala de la Asumpción».
Marcos lbáñez.
Archivo General de Indias
(NI. y P., Guatemala, 234).
(430 X 185 mm.}.

LA CIUDAD

La capital de Guatema la ha sufrido a lo largo de su historia tres cambios sucesivos de ubicación. La primera fundación, realizada por Pedro de Alvarado en 1524, recibió el nombre de Santiago y se situó al pie de los volcanes del Fuego y del Agua. Después de una fuerte inundación en el año 1545, este primer asentamiento, que recibió el nombre de «ciudad vieja», se trasladó media legua al noreste, asentándose de nuevo en el valle de Xorotenango. La que hoy es conocida como «La Antigua» fue durante más de dos siglos una influyente capital regional que creció según el clásico esquema de «cuadrícula » hasta formar un conjunto urbano cuya importancia puede a preciarse en la abundancia e interés de sus muestras arquitectónicas.

En 1773, «La Antigua», que había soportado numerosos temblores de tierra, sufre los efectos de un movimiento sísmico de gran intensidad. Todavía hoy pueden a preciarse los estragos producidos por este terremoto, que echó por tierra multitud de fábricas de importantes y grandes edificios de la capital centroamericana.

Por real cédula expedida el 21 de septiembre de 1775, el rey Carlos III manda que se haga el nuevo asentamiento de Guatemala en el Valle de la Ermita, instalándose el Cabildo el 2 de enero de 1776. Previamente se habían delimitado los terrenos en el llano de Nuestra Señora del Carmen y acotado los ejidos municipales cerca de las poblaciones de Jocotenango San Gaspar, Guadalupe y La Parroquia.

La traza de la nueva ciudad de Guatemala fue proyectada por Luis Díez Navarro con un esquema perfectamente cuadrado de plaza central y manzanas de diferentes tamaños siempre dentro de un trazado ortogonal. Sin embargo, es te proyecto inicial fue más tarde modificado por Marcos Ibáñez, que llega a Guatemala en 1777. El nuevo proyecto, ralizado dos años más tarde, contiene un nuevo trazado, que se ajusta a las construcciones que se instalaron en un principio. En la plaza mayor, como ya era norma habitual en las fundaciones americanas, se sitúan la catedral, al oriente en es te caso; el Palacio Arzobispal al estilo neoclásico y el Ayuntamiento de una sola planta y con soportales al norte. El resto de la plaza estaba también porticada con edificios de una planta y en el centro se construyó la fuente de Carlos III diseñada por Bernasconi.

Desde el principio se realizaron importantes obras de ingeniería relacionadas con el abastecimiento de agua a la ciudad. Entre ellas destacan dos acueductos de ladrillo de varios kilómetros de longitud. Uno de ellos, el Pihula, que a travesaba el llano de la Culebra, y otro el de Mixco. Su construcción corrió a cargo del ingeniero José Bernardo Ramírez, que terminó el primero de ellos en 1786.

El traslado de los 35.000 habitantes de la ciudad antigua se produjo de una manera progresiva y no hay constancia de que todos ellos llegaran a establecerse en la Nueva Guatemala. En cualquier caso el crecimiento fue lento, ocupándose los solares del nuevo trazado, hasta que ya bien entrado el siglo XIX los límites originales se unen con las poblaciones cercanas, Jocotenango al norte y la Parroquia en el este. El crecimiento continúa a lo largo del valle hasta formar hoy una ciudad que se acerca al millón de habitantes.

EL PLANO

Después de que Luis Díez Navarro trazara la nueva ciudad de Guatemala en el «llano nombrado de la Virgen ... », entre la «barranca de Yncienso» y la de «Lejarcia», con una rígida geometría basada en el cuadrado, una plaza central principal y cuatro plazas secundarias situadas en las diagonales de los cuadrantes en los que se divide el conjunto, cuyo perímetro regular se resalta con un borde arbolado, Marcos Ibáñez, discípulo de Sabatini, modifica este geométrico trazado con múltiples transformaciones de la trama, cuya perfecta regularidad se ve sensiblemente cambiada. Las calles conservan su perpendicularidad, pero las múltiples subdivisiones dan como resultado un numeroso grupo de manzanas rectangulares de diferentes proporciones y tamaños. La plaza mayor ya no está centrada y aunque se conservan las plazas secundarias, és tas ya no están simétricamente situadas. Los solares ocupados por las órdenes religiosas más influyentes son enormes comparados con el resto, y la edificación, aunque respetando la trama, se salpica en el conjunto, dando una imagen de ciudad desperdigada, sin cohesión y sin trabazón entre sus partes. La idea, el modelo proyectado por Díez Navarro, es sólo un recuerdo. La realidad se ha impuesto modificándolo y transformándolo hasta hacerse casi irreconocible.

El plano, dibujado por Marcos lbáñez, de carácter abstracto y minuciosamente referenciado a través de una numeración correlativa que recorre las manzanas de oeste a este y de sur a norte, se ha dibujado apoyado en un marco perfectamente cuadrado con dos cartelas laterales de igual tamaño que constituyen un conjunto gráfico que sirve para apoyar la regula ridad geométrica del trazado de la ciudad. En la aplicación o leyenda abundan los edificios religiosos aliado de un equipamiento que no deja de ser curioso: juego de pelota y presidio de San Carlos.

La ciudad aparece escasamente ocupada, como refleja el suave tono rosado de las edificaciones que se representan dentro de cada manzana. Pueden destacarse los grandes solares de los conventos de Santo Domingo y San Francisco, que comprenden un conjunto de nueve manzanas cada uno y en los que la parte construida apenas ocupa una quinta parte.

La tinta ferruginosa de la rotulación aún no ha hecho estragos sobre una hoja de papel única que conserva visiblés sus antiguas dobleces.

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