Título: TOTIVS HISPANIAE NOVA DESCRIPTIO. Anno 1633.
Entre las joyas más preciadas de la Edad de Oro de la cartografía se hallan sus suntuosos atlas. Unas antologías editadas en el transcurso del último tercio del siglo XVI y los dos primeros del siguiente. Contienen una evocadora y privilegiada información territorial, méritos que justifican la enorme popularidad disfrutada y que fueran obras muy estimadas entre las elites de los diversos países.
Tras las primeras compilaciones efectuadas en Italia, son los Países Bajos quienes ofrecen las imágenes geográficas de los diversos territorios, tanto del viejo continente, como de los lugares imaginados del nuevo. El primer ejemplar aparecido en el mercado fue el Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius, publicado en Amberes en 1570. El éxito alcanzado por esta admirada obra estimuló la aparición de otras rivales. La iniciativa más ambiciosa fue la emprendida por el célebre Gerard Mercator (1512-1594). Ostenta el título de Atlas, término que ha pasado a designar cualquier antología o compilación de mapas. Debido a la envergadura del proyecto, su autor no llegó a culminarlo, continuando sus descendientes la preparación de imágenes. La ultima entrega corresponde a 1602.
Jodocus Hondius (1563-1612), creador de la imagen que estamos examinando, es un ambicioso geógrafo flamenco, además de hábil grabador y astuto comerciante de mapas. Forzado por sus convicciones, antagónicas a las que el monarca de España proclamaba, huye a Londres, y una vez lograda la emancipación política de las rebeldes Provincias del Norte, se instala en Amsterdam (1593). En esta ciudad contribuirá a levantar una próspera industria cartográfica, eclipsando a su rival, Amberes. En 1604 adquiere de su heredero, el nieto de Mercator, las planchas del Atlas. Su intención es lanzar de nuevo al mercado esta antología y competir con el Theatrum de Ortelius. Para completar las imágenes que Mercator y sus descendientes no habían podido dibujar, entre ellas las de España, delinea la que aparece en el reverso de este texto, secundada por otras seis parciales de regiones peninsulares.
¿Cuáles eran las fuentes disponibles y aquellas que guiaron su invención? Además de las estampas de nuestro escenario que figuran en el Theatrum de Ortelius (la edición de 1602 o 1603) y el Speculum de G. de Jode (1578 y 1593), Hondius tuvo la suerte de contar con diversos mapas exentos, algunos murales, que exhiben una frondosa oferta de datos. El más acreditado y con mayor profusión informativa era el magnífico mapa mural de España editado por Ortelius en 1571. A la información territorial sintetizada, extraída del ejemplar de Ortelius, debemos agregar la procedente de dos repertorios náuticos recientes, el Spieghel de Waghenaer (1584) y el Caertboeck de Warentsz. (1595), que son los que le permitieron trazar el nuevo perfil o silueta que ofrece la costa, la atlántica especialmente, más que la mediterránea.
Esta imagen de la Península Ibérica no es la primera que Hondius publica. Conviene recordar que ya había editado una estampa exenta de la Península. El título es Regni Hispaniae Novissima Descriptio. Anno 1602. Su minucioso examen nos depara escasa originalidad, ya que la información geográfica es análoga a la que ofrece el ejemplar del Theatrum (1570). Por ello, ante su compromiso contraído de emular el riguroso trabajo prodigado por Mercator y alcanzar similar reconocimiento como geógrafo, esta primera imagen fue despreciada, procediendo a componer una segunda, más actualizada, que es la que estamos contemplando. Además, esté audaz editor compuso una tercera. Su título es Nova Hispaniae Descriptio. Posee el mérito de ser la primera imagen de la Península dotada de vistas de ciudades y personajes en sus lados. Está dedicada al monarca Felipe III, cuyo retrato aparece en la parte inferior de la orla, y no está fechada. La información geográfica está inspirada en el precedente ejemplar.
El manuscrito fue trasladado a la plancha por un competente geógrafo y grabador: P. van de Keere (1571-1646). Su nombre, junto al del autor, figura en la primera estampación producida en 1606, año en que comienza la nueva andadura del Atlas. El prestigio que rápidamente cobra esta antología explica que fuera reeditada en numerosas ocasiones, enriqueciendo sus sucesivos editores la oferta con imágenes nuevas, entre ellas las de algunas regiones peninsulares, además de las siete que figuran en la primera edición.
La plancha original fue empleada por sus herederos para estampar las diversas ediciones. En el decenio de 1630, apremiados por la creciente competencia que representa la antología cartográfica lanzada al mercado por su rival G. Blaeu, será cuando vean la conveniencia de retocarla e introducir alguna mejora. La innovación es marginal, limitándose a modificar la cartela. En efecto, Johannes Janssonius (1588-1664), tercer protagonista de esta historia y editor del atlas en el que aparece, se contentó con dibujar una nueva cartela, eliminando los nombres de sus creadores, autor y grabador. En su lugar eligió una cartela —o «tarjeta» que era como conocida en España— más ecléctica y voluminosa, en la que colocó exclusivamente el título y el año. Aconsejado por la prudencia, no insertó su nombre, ya que usurparía el de su verdadero artífice. Y, aunque disponía de imágenes territoriales actualizadas, no introdujo novedades en la información del territorio. Es un hecho que llama la atención, ya que él mismo había editado una imagen orlada de la Península en 1626, retocada en 1632, en la que sí apreciamos algunas mejoras, además de una curiosa imagen de Madrid, representación que no figura en estampas de esta naturaleza.
La antología cartográfica en la que se halla insertada esta estampa ostenta el título de Atlas Novus. En su alegórico frontispicio figura el nombre de Johannes Janssonius. Y está contenida, exclusivamente, en dos ediciones, la efectuada en alemán entre 1638 y 1642 y la producida en holandés entre 1638 y 1644. De ahí su rareza en el mercado.
La imagen será sustituida por otra que se diseñará, curiosamente, en estos mismos años. Está fechada en 1631 y firmada por H. Hondius. Los cambios más significativos se advierten en Cataluña, con el hacinamiento toponímico que se observa y el trazado de una frondosa red hidrográfica, y se deben a la difusión que cobra el espléndido mapa mural de esta región, estampado en 1606. Su réplica en un pliego ya había aparecido en las últimas ediciones del Theatrum y, desde 1611, en el propio Atlas. La estampa no incorpora la información de Aragón difundida por el ejemplar de Labaña, aunque ya era conocido en los Países Bajos. Será la representación de España que contengan las ediciones posteriores de esta antología cartográfica, incluida la castellana de 1653-1666, editada ya en cuatro volúmenes y enriquecida con catorce estampas de la Península.
El limitado caudal informativo que exhibe el ejemplar está enmascarado con la presencia de una elegante ornamentación, un atributo al que Hondius prestó especial atención. En efecto, de su evocadora retórica destaca la presencia de una iconografía náutica formada por dos rosas de los vientos, abundantes líneas de rumbos que surcan los mares y la presencia de naves y animales marinos que amenizan sus aguas. Este alarde decorativo supone una aportación estética muy apreciable, si lo comparamos con las imágenes precedentes. Además, el mar está representado mediante trazos que, como se ha sugerido, parecen recordar las formas que emanan de la contemplación de las suntuosas telas de seda. El marco está engalanado con una fina orla decorativa, junto a las convencionales medidas de latitud y longitud.
En cuanto al escenario territorial, la retórica que Hondius emplea es análoga a la manejada por otros geógrafos, sin advertirse acusadas diferencias artísticas. Sí destaca, en cambio, una elegante y legible caligrafía formada por diversos tipos de letra con los que rotula las correspondientes categorías informativas, físicas y sociales.
La cartela, como ya hemos avanzado, es la innovación aportada por Janssonius, y carece de especial encanto. Su autor se ha limitado a plasmar lo necesario. Está exenta de todo aderezo, como las armas del monarca. La policromía con que se ha dotado la estampa contribuye a resaltar las diversas unidades que componen el mosaico de regiones de la Península y facilitar la lectura. El iluminador trata de seguir las líneas de puntos consignadas por el dibujante, identificando éste las tradicionales delimitaciones políticas. Ante la ausencia de este convencionalismo para otras regiones aludidas con su rótulo, el responsable trata igualmente de consignarlas, aunque con alguna llamativa distorsión. El color es, sin duda, el otro atributo más atrayente de la imagen.
Finalmente, entre los sutiles mensajes que nos depara su estudio conviene reparar, en primer lugar, en los valores culturales que esconde esta imagen. Se trata de una representación de España creada y divulgada fuera de nuestras fronteras, una ingeniosa invención informativa que suministra un saber territorial. Su construcción, como cualquier otra mirada lanzada sobre nuestro escenario, se debe al talento prodigado por unos creadores especializados en el dibujo de los lugares, sacando el máximo provecho de las escasas fuentes informativas disponibles. Y lo hicieron, alentados por los beneficios que ofrecía una próspera industria editora como era la surgida en los Países Bajos. Aparece difundida dentro de un producto que podemos calificar de estrella: el atlas o antología de estampas geográficas. Una oferta informativa que era ávidamente consumida por las elites del momento. Una selecta minoría que fue construyendo, social y políticamente, el nuevo Orbe surgido en el Renacimiento. Un Orbe forjado en su imaginación mediante la visualización y fuerza persuasiva que fluye de imágenes como la presente. Y, con su experimentación y asimilación, se fue propagando entre la sociedad europea los atributos que ofrecían los territorios y alumbrando una nueva concepción del espacio y el mundo.
Junto a las circunstancias intelectuales asociadas con su invención y experimentación, el estudio de la estampa también nos desvela, en segundo lugar, las vicisitudes sociales y políticas que afectaron a sus protagonistas. En efecto, el autor del Atlas, la obra en que aparece por primera vez la imagen, figuraba en el Indice de libros prohibidos desde 1590, acusado de hereje, con todo lo que ello suponía. Su nuevo editor, el creador del dibujo, un exiliado que se vio forzado a emigrar por temor a las represalias desatadas por la guerra declarada en su país. El momento, unos trágicos años sacudidos por confrontaciones independentistas y de intolerancia religiosa. Pese al desaliento que suponen todas estas amargas circunstancias, la ciudad de Amsterdam logró sortearlas y albergar una vigorosa industria cartográfica cuyos afamados productos se consumieron en toda Europa. Y acoger la presencia de unas personalidades que, con su sensibilidad, ingenio y laboriosidad, brindaron a la sociedad unos codiciados retablos geográficos que contienen una privilegiada información, la mejor disponible del momento, amenizada con el encanto de una elegante retórica.
AGUSTÍN HERNANDO Universidad de Barcelona
Autor del dibujo: J. Hondius (1606); grabador de la plancha: P. van den Keere; rectificada la cartela por J Janssonius (1633). Su huella es de 37 x 52 cm.
La estampa, en un pliego, aparece insertada dentro del Newer Atlas (edición en alemán) y Nieuwen Atlas (edición en holandés), ambas antologías publicadas por J. Janssonius, Amsterdam, 1638.
Ejemplar propiedad del Instituto Geográfico Nacional y custodiado en su cartoteca.